‘Nunca lo creí capaz de hacer algo así’, me dijo Lucía Sifuentes, su esposa, evocando 20 años luego de lo acontecido en aquel nefasto Martes.
Matías Lugarte se levantó a las 6:00, era el día en que llevaría a cabo su venganza, y se preparaba para esperar el tren en el que llegaría su hermano. Había sido una noche intranquila, un alarmante sueño lo había despertado súbitamente. En él, atravesaba una calle donde circulaban un gran número de carros a excesiva velocidad, de pronto cayó una tenue llovizna, y resbaló, por un instante se sintió calmado; sin embargo, despertó sintiéndose salpicado de sangre.
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